domingo, 29 de septiembre de 2019

PSICOLOGÍA COMUNITARIA



10. Psicología comunitaria

La psicología comunitaria puede entenderse como una deriva de la psicología social orientada a la investigación e intervención sobre problemas que afectan a comunidades específicas y colectivos localizados de personas.

Su objetivo es generar tanto cambios materiales en el contexto de estas personas como nuevas dinámicas de relaciones entre ellas que permitan que su calidad de vida y capacidad de decisión mejoren.

Además, la estrategias de investigación e intervención de los psicólogos comunitarios promueven la participación de los miembros de la comunidad en todo el proceso.







¿Qué es la Psicología Comunitaria?

La psicología comunitaria, o psicología social comunitaria, es una teoría y una metodología que surge en los países americanos, tanto del norte, como del centro y el sur, y su objetivo principal es producir transformaciones en las comunidades procurando el fortalecimiento y la participación de los actores sociales en sus propios entornos.
¿De dónde surge?

Es una teoría interdisciplinaria porque incluye un conjunto organizado de ideas y conocimientos que provienen no solo de la psicología, sino de otras ciencias especialmente humanas y sociales, como la antropología, la sociología o la filosofía.

Se nutre también de la actividad política de movimientos disciplinarios transformadores, como la antipsiquiatría o la salud mental comunitaria, que surgieron en Italia y Estados Unidos a mediados del siglo XX y que hicieron un señalamiento o denuncia sobre algunas limitaciones de las formas tradicionales de hacer psicología.

De igual forma tiene influencias importantes del pensamiento latinoamericano revolucionario, como la sociología militante impulsada por el colombiano O. Fals Borda, o el modelo de educación popular del brasileño Paulo Freire.

Como teoría, la psicología social comunitaria se encarga de de estudiar los factores psicosociales, es decir, los elementos tanto psíquicos como sociales implicados específicamente en el control y el poder que las personas ejercemos sobre nosotras mismas y sobre nuestros entornos.

Por esto la psicología comunitaria se relaciona estrechamente con los conceptos de poder, autogestión y empoderamiento, y se inscribe en una corriente de transformación crítica que supone que la sociedad es una construcción colectiva de las personas que la conforman, a su vez influidas por esa construcción, susceptible de crítica y cambios (Montero, 2012).
De la teoría a la práctica

Es decir que la psicología comunitaria es también una metodología: a partir de sus planteamientos teóricos podemos desarrollar estrategias de intervención que promuevan que las personas seamos agentes de cambio en nuestros propios entornos y agentes activos en la detección de nuestras necesidades y la solución de nuestros problemas.

Aquí es donde podemos ver una diferencia o incluso un distanciamiento con la psicología social y clínica tradicional: no es el interventor, el técnico, las instituciones estatales, religiosas, políticas o privadas, sino los agentes sociales de la propia comunidad quienes se reconocen como los protagonistas, los especialistas y los productores del cambio.

Por lo anterior, la psicología comunitaria se plantea también como un proyecto de psicología para el desarrollo; un desarrollo que va más allá de la dimensión individual, pues su objetivo no es solamente modificar la psicología de las personas, sino también impactar el hábitat y las relaciones individuo-grupo para lograr cambios cualitativos tanto en ese hábitat como en las relaciones.
Conceptos clave: empoderamiento, comunidad...


La psicología social comunitaria considera que el espacio donde se necesita y se puede establecer una relación transformadora es aquél en el que la gente desarrolla la vida cotidiana, esto es, la comunidad.

Al ser la comunidad el espacio donde pueden producirse transformaciones sociales, son los actores que conforman esa comunidad quienes tendrían que gestionar y producir esas transformaciones: son ellos y ellas quienes experimentan día con día tanto los conflictos como los acuerdos.

Pero esto muchas veces no ocurre, sino que frecuentemente se delega la responsabilidad y la capacidad de generar soluciones a personas o grupos que son externos a las comunidades, generalmente las instituciones o los agentes que se consideran expertos.

Lo que propone la psicología comunitaria es que el acercamiento de quienes se consideran expertos o de las instituciones sociales, aunque es necesario en un primer momento, no puede permanecer en la comunidad como el único agente de cambio, sino que se trata de promover que sean las personas de la comunidad quienes fortalezcan la autogestión y promuevan la transformación. Es decir que el interventor tendría que promover su propia retirada de la comunidad, siempre que sea externo.

Así, la finalidad es desarrollar, fomentar y mantener el control, el poder, la participación activa y la toma de decisiones de las personas que forman una comunidad (Montero, 1982). De este planteamiento surge el concepto de fortalecimiento o potenciación, palabra que posteriormente se transformó en “empoderamiento” porque se trasladó el concepto anglosajón “empowerment”.

El problema de este último es que significa literalmente “dotación de poder”, lo que nos lleva a pensar erróneamente que un psicólogo o psicóloga comunitaria es quien “tiene el poder”, y se encarga de “repartir” ese poder a las personas que no lo tienen.
¿Empoderamiento o fortalecimiento? Poder y participación

En realidad, la propuesta de la psicología comunitaria es más cercana al proceso de fortalecimiento, donde el poder no es un regalo o una donación, sino un logro que surge de la reflexión, la conciencia y la acción de las personas según sus propios intereses, es decir, el poder y el fortalecimiento son procesos colectivos.

Esto supone que la investigación en psicología social comunitaria es participativa, y el desarrollo y puesta en marcha de proyectos de intervención toman en cuenta muchos factores (psicosociales) que van más allá de la psicología o la personalidad de los individuos.

Algunos ejemplos de los elementos a tomar en cuenta son son la ubicación geográfica, los datos demográficos, las características socioculturales, la historia de la comunidad, las actividades cotidianas, la educación, las características de las instituciones, los procesos de salud y enfermedad, los recursos, los problemas y las necesidades, que se detectan mediante diagnósticos participativos.



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